miércoles, junio 20, 2007

Sólo una pluma de su gallo

Atando cabos

Por: Denise Maerker

Ayer en la noche, en el discurso que pronunció Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo, contó una anécdota, así la llamó, de la época del presidente Benito Juárez. Dijo Andrés Manuel que en una ocasión, en que Juárez y su gabinete estaban reunidos y esperando noticias de una batalla que libraba el ejército liberal en contra de los conservadores, llegó un mensajero con el parte militar. Juárez —narró López Obrador— lo leyó y aunque las fuerzas liberales habían perdido esa batalla, se volteó y les dijo a sus colaboradores: "Señores, les informo que sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo". La anécdota es significativa y creo que resume el tono en el que López Obrador está encarando este nuevo momento político. De entrada, y tratándose de él, no es poca cosa, parece asumir finalmente que en efecto su movimiento perdió. Ya no es ese Andrés Manuel que contra toda evidencia se negaba a aceptar, ya no digamos la derrota en las elecciones, sino el daño que a su propio movimiento le infligió con la estrategia que siguió desde el 3 de julio. Un López Obrador que nunca ha públicamente enfrentado y asumido sus errores y los de sus operadores durante la campaña, el día de la elección y muy especialmente en los meses que siguieron. Ayer tampoco lo hizo, pero su tono fue, hasta cierto punto, distinto. Esa pluma que le quitaron al gallo de Juárez es también el reconocimiento de la que le quitaron o se quitó el mismo López Obrador. Él sabe que no salió intacto de la última batalla. Andrés Manuel habló de "mantener con firmeza nuestras convicciones", de que "hoy más que nunca hay que actuar con perseverancia" y de "inspirarse en la fe inquebrantable en el triunfo de la República que siempre tuvo Juárez". El diagnóstico que se adivina detrás de estos llamados es claro, hay conciencia de los costos que tuvo la estrategia poselectoral.

El aumento en los precios del maíz, del kilo de la tortilla y de otros productos básicos le dio a López Obrador una oportunidad de oro para regresar al debate nacional. La causa es justa y el momento fue aprovechado. Pero más allá del asunto coyuntural, lo importante del discurso de ayer fue el mensaje político. A sus simpatizantes les pidió que aguanten, les dijo que se perdió una batalla pero que está "absolutamente convencido que, más temprano que tarde, va a triunfar" su causa; les dijo también que no están solos y que "hasta en el más apartado rincón de la patria, encuentro gente que me dice vamos adelante, no aflojemos, no claudiquemos". Este discurso va en consonancia con las giras de muy bajo perfil que está haciendo López Obrador en varios lugares del país. La estrategia parece ser la de mantener un perfil relativamente bajo haciendo un trabajo con las bases en los municipios a través de su proyecto de credencializar a millones de personas y construir así redes de apoyo; salir a la palestra pública nacional sólo cuando las condiciones económicas y/o los errores del gobierno de Felipe Calderón lo favorezcan, y apostarle a regresar con una fuerza renovada en las elecciones intermedias de 2009. Eso parece.

Por lo pronto, el aumento del precio de la tortilla y las dificultades del gobierno de Felipe Calderón le dieron una primera oportunidad.

Desde luego, Andrés Manuel no abandonó del todo su discurso radical. Una vez más se refirió al presidente Calderón como el "presidente pelele", habló del gobierno usurpador y llamó a hacer una transformación de "las dimensiones del movimiento de Independencia, del movimiento de Reforma y de la trascendencia de la Revolución Mexicana ", eso sí, precisando que se debe dar de manera pacífica. Tampoco olvidó hacer sus ya tradicionales críticas a los medios de comunicación diciendo que los "conductores de televisión y los periodistas oficiosos" siguen actuando como "alcahuetes de la derecha" y se siguen envileciendo y haciendo el ridículo. A pesar de eso, y tratando de no irnos con la finta del López Obrador que pretende asustar a sus adversarios y reconfortar a sus incondicionales, el discurso fue más moderado y más estratégico.

Y eso es bueno. El país necesita que la oposición, y muy particularmente la de izquierda, se recomponga. En estos primeros dos meses de gobierno de Calderón la oposición ha brillado por su ausencia. Al grado de que quien más ruido le ha hecho al Presidente ha sido su partido. Se necesita una oposición y López Obrador, se esté o no de acuerdo con él y sus propuestas, es parte de ella. Es importante y saludable que se insista, una y otra vez, en que el tema de la desigualdad tiene que estar en el centro de nuestras preocupaciones, que se escuchen discursos distintos y contrarios a los de los defensores a ultranza del mercado, que se recuerde y denuncie la situación de los productores mexicanos. Entre otras cosas.

Ojalá sea cierto y López Obrador se dedique a construir una oposición sólida, sería bueno para el país.

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